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Todo funciona. Nada sirve

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Buenos Aires es, por supuesto, el centro neurálgico de la Argentina, el principal escenario político, social, económico y cultural del país.

Para los ojos de un extranjero promedio, los servicios en Buenos Aires funcionan bastante bien, la infraestructura está bien desarrollada y conveniente. La política es conflictiva, como en medio mundo, y la economía lucha por mantenerse estable.

A pesar de que, en general, la mayoría de las cosas funcionan bien, podrás escuchar a muchos locales quejarse de que nada sirve. Parece que los argentinos en Capital están constantemente inconformes con lo que tienen y tienden a mirar el vaso medio vacío. En una conversación entre locales, es muy posible que los escuches recriminar por cualquier cosa, porque nada sirve, nada funciona bien. Pero cuidado: no caigas en la trampa.

El espíritu de superación (y a veces el espíritu obstinado) hace que aún veamos deficiencias en las cosas que ya andan bastante bien. Para algunos porteños el transporte público es muy malo, pero cuando lo comparas con muchos otros lugares del mundo, encontrarás que el servicio tiene el nivel de muchas ciudades europeas. No es perfecto, pero funciona bastante bien. Sin embargo, a muchos oirás quejarse porque no sirve.

Esta queja y crítica constante a las cosas locales es común y sólo permitida, figurativamente, entre argentinos. Dos argentos estarán de acuerdo en que la creación de algún nuevo espacio verde no sirve para nada, aunque sea un buen proyecto. Hasta ahí todo bien. Ni se te ocurra cuestionar de la misma manera. Porque cuando un extranjero cuestiona las cosas, el argentino se incomoda, naturalmente. Puedes terminar recibiendo algunas malas palabras, o como diríamos en estas tierras, una puteada, por tu atrevimiento; por eso evita la trampa. Que los argentinos hablen mal y se quejen de todo, está bien. Que un extranjero lo haga, no.

De hecho, no es secreto que en el mundo hispano se tiene a los argentinos como personas engreídas y arrogantes. Se debe justamente a que fuera de su tierra, un porteño nunca desmerecerá a su ciudad y cuando compara, se da cuenta de que en Buenos Aires muchas cosas funcionan mejor o están al nivel de unos cuantos países desarrollados. Es ahí cuando la verdad parece arrogancia. Eso sucede con los porteños en el extranjero y con aquellos que se han recorrido unos cuantos países ya.

Puertas adentro es otra historia. Te encontrarás con mucha gente amable, agradable, sin esa supuesta arrogancia. Gente muy “copada, buena onda”. No hay que ser tan ilusos, porque en la viña del Señor hay de todo, y en Buenos Aires también hay mucha gente pelotuda. Por suerte no es la mayoría. Además, los venezolanos no son tan santos en este tema y se la suelen llevar bien con los porteños porque para engreído, engreído y medio.

Los oirás quejarse por todo, y verás innumerables protestas casi a diario porque siempre habrá motivos para reclamar, sobre todo al gobierno de turno. Te verás saliendo de tu trabajo con calles cortadas y desvíos por las protestas, el Subte cerrado algunas veces por asuntos gremiales, e incontables razones.

Como moraleja, limítate sólo a escuchar a los locales quejarse por todo, pero no caigas en la trampa de quejarte o criticar tú también siendo extranjero, al menos mientras no tengas suficiente arraigo, es decir, muchos años de tu vida marcados por la argentinidad. Si quieres evitar malas experiencias, sigue este consejo.


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